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Miguel Covarrubias 1904-1957
Eusebio Dávalos Hurtado

Ha muerto el más entusiasta y profundo conocedor de las artes prehispánicas de México y a su vez artista de una gran sensibilidad y conocimiento de los estilos que caracterizaron a los artífices de las múltiples culturas que se desarrollaron en México.

La muerte de Miguel Covarrubias ocurrió el 4 de febrero de 1957, a una edad en que todavía se esperaba mucho de él. Y en efecto, dejo trunca una fecundísima labor que fue admirada no solo en nuestro país, sino en el mundo entero.

El “Chamaco” Covarrubias, como le decían sus colegas por su juventud permanente y por su entusiasmo e inquietud, había desarrollado una labor como artista, conocedor de las costumbres de varios pueblos y como amante del arte en todas sus manifestaciones, que muy pocos serán capaces de igualar. Muy joven inició sus andanzas por el mundo del arte como caricaturista y pronto ocupó un lugar tan destacado, que dos de las más grandes revistas de los Estados Unidos, The New Yorker y Vanity Fair pidieron su colaboración durante largo tiempo. Posteriormente se transladó al Asia y al África e incluso hizo largas estancias en Polinesia. En todos esos sitios recopiló valiosos materiales para un libro que fue tal vez el que lo dio a conocer como investigador en el campo de la Etnología: Island of Bali, que aparte de la magnífica descripción y comentario de las costumbres de esos isleños, está magníficamente ilustrada –como todas las obras que él produjera– con primorosos dibujos de su mano.

A su retorno a México después de larga estancia por diversos continentes, comenzó a interesarse de forma profunda por la arqueología mexicana. Inmediatamente se ocupó entonces, de manera especial, de los estilos, su evolución e interpretación. Pero sobre todo fue Miguel Covarrubias quien, con la sensibilidad que poseía comenzó a divulgar y a valorizar algunos de los objetos elaborados por nuestros grupos indígenas que habían sido, si no menospreciados, al menos muy poco tenidos en cuenta por los arqueólogos, ya que éstos veían en las obras de las artes prehispánicas el punto de vista de su importancia utilitaria; en cambio, Miguel Covarrubias comenzó a mostrar en ellos el gusto estético, con lo que realzó en forma única, el conjunto de características que hacen sobresalir la obra de arte de nuestras culturas autóctonas.

En la Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología dedicada al estudio de Mayas y Olmecas fue donde pudo decirse que Miguel hizo sus primeras armas como antropólogo, ya que aun cuando para entonces era conocido como un investigador de la arqueología mexicana, en dicha reunión puso de relieve sus amplios conocimientos, sobre todo en lo referente a la cultura olmeca. Esta labor lo llevó a estrechar más los lazos con los investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia. No abandonó jamás su fecunda labor de artista, pues continuó pintando hasta el fin de sus días; pero sus intereses por el arte prehistórico mesoamericano fueron acrecentándose de modo casi desmedido.

Fue nombrado catedrático de Arte Indígena de América en la Escuela Nacional de Antropología e Historia y allí inició una fase más de sus polifacéticas actividades: la museografía.

Con su talento característico, aplicó las dotes que ya tenía como escenógrafo –y que tanto en París como en Nueva York le habían dado fama por su escenografía teatral– a la más atractiva forma de presentación de las culturas del México prehispánico. Transformó las exhibiciones del Museo Nacional de Antropología y, lo que más importante, formó a un grupo de alumnos que han dado las pautas de la Museografía Moderna de México y Centro América.

La prematura muerte de Miguel Covarrubias produjo un enorme vacío en los medios antropológicos y artísticos de México. Y siempre que se hable de las culturas preclásicas, olmeca o de los estilos característicos del arte prehispánico de Mesoamérica, así como de la mejor forma de exhibirlos e interpretarlos, se recordará a ese enorme artista que, todavía lleno de juventud y de gran entusiasmo, se fue dejándonos sus doctas enseñanzas y su cariño por lo que es tan nuestro.

 

 

Boletín Bibliográfico de Antropología Americana,
Vol. 19/20, No. 1 (1956-1957), pp. 212-214