HOME / PUBLICACIONES / GABINETE DE LECTURA / Una relación de la visita del príncipe y la princesa de Gales a Sir Hans Sloane
El doctor Mortimer[1], secretario de la Real Sociedad[2], condujo a sus Altezas Reales[3] al salón en el que reposaba Sir Hans[4], anciano y frágil. El Príncipe tomó su silla y se sentó durante un rato junto al venerable anciano, tiempo en el cual expresó la alta estima y consideración que en lo personal sentía por él, y lo mucho que le debía el mundo del saber por haber reunido una biblioteca tan amplia de libros curiosos y tan inmensos tesoros de valiosos e instructivos productos de la naturaleza y del arte.
La casa de Sir Hans forma un cuadrado de más de 100 pies en cada uno de sus lados, con un patio incluido; y tres de los salones del frente tenían mesas colocadas en el medio las cuales estaban cubiertas de cajones repletos con todo tipo de piedras preciosas en sus cuencos naturales, o en el estado en el que se las encuentra en la tierra, salvo el primer cajón, el cual contenía las piedras formadas en los animales, las cuales son las numerosas enfermedades de los animales que las llevan dentro; como las perlas más bellas, que no son sino verrugas en la valva; los bezoares, cálculos en el estómago; y las piedras generadas en los riñones y en la vejiga, de las cuales el hombre conoce tristemente los efectos; pero la tierra en su seno genera la verde esmeralda, la púrpura amatista, el dorado topacio, el azul zafiro, el rojo granate, el escarlata rubí, el brillante diamante, el resplandeciente ópalo, y todas las variedades pintadas con las que la misma Flora podría desear estar cubierta; aquí alegraban la vista las más gloriosas vasijas de cornaliana, ónix, sardonio, jaspe, y hacían que la mente alabara al creador mayor de todas las cosas.
Cuando Sus Altezas Reales ya habían visto el salón y pasaron al siguiente, la escena cambió, pues al volver las mismas mesas estaban cubiertas para un segundo turno con todo tipo de joyería, pulida y montada al aire moderno; o con gemas talladas y grabadas; los restos majestuosos e instructivos de la antigüedad; para el tercer turno las mesas se cubrieron con minerales de oro y plata, con los ornamentos más bellos y notables empleados en los hábitos de los hombres, desde Siberia hasta el Cabo de Buena Esperanza, desde Japón hasta Perú; y con monedas y medallas tanto antiguas como modernas en oro y plata, monumentos duraderos de hechos históricos; como los de Prusias, rey de Bitinia, quien traicionó a sus aliados; de Alejandro, quien loco de ambición excedió e invadió a sus vecinos; del César que esclavizó a su país para satisfacer su orgullo; de Tito, el delite de la humanidad; del papa Gregorio xiii, quien registró en una medalla de plata su ciego celo religioso al perpetuar ahí la masacre de los protestantes en Francia, al igual que Carlos ix, el entonces rey en ese país; aquí se pueden apreciar las monedas de un rey de Inglaterra coronado en París; una medalla que representa a Francia y España, peleando por ver cuál de los dos ha de ser el primero en mostrar su obediencia a Britania; otras que muestran el efecto de la ira popular, al verse en exceso oprimidos por sus superiores, como en el caso de los De Witt en Holanda; el afortunado rescate de Britania por la llegada del rey Guillermo; las gloriosas hazañas del duque de Marlborough y la feliz llegada de la actual e ilustre familia real entre nosotros.
La galería, de 110 pies de extensión, presentó un prospecto más sorprendente; los más bellos corales, cristales y piedras figuradas; las mariposas más bellas, y otros insectos; caracoles pintados con una tan gran variedad como la de las piedras preciosas, y plumas de aves compitiendo con las gemas; aquí los restos del mundo Antediluviano recordaban la pavorosa idea de aquella gran catástrofe, tantos testimonios de la autenticidad de la historia de Moisés; la variedad de animales nos muestra la enorme belleza de todas las partes de la creación.
Luego se presentó un noble paisaje a lo largo de varios salones colmados de libros, entre ellos muchos cientos de volúmenes de plantas secas; un salón lleno de manuscritos selectos y valiosos; el noble obsequio enviado por el actual rey de Francia[5] a Sir Hans, proveniente de sus colecciones de pinturas, medallas, estatuas, palacios &c. en 25 grandes volúmenes de atlas, además de otras cosas muy numerosas para mencionarlas aquí.
En la parte baja algunos salones están repletos de venerables antigüedades de Egipto, Grecia, Etruria, Roma, Britania e incluso América, otros grandes animales preservados en su piel; el gran salón cubierto en todos sus lados con botellas llenas de espíritus, conteniendo diversos animales. Los vestíbulos están adornados con los cuernos de distintas criaturas, como el Rinoceronte de África de cuerno doble, los cuernos de nueve pies de amplitud del fósil de un venado de Irlanda; y con armas provenientes de distintos países, en donde al parecer los malasios, y no nuestros tan cristianos vecinos franceses, tuvieron el honor de inventar la brutal arma de la bayoneta. Cincuenta volúmenes en folio apenas serían suficientes para contener en detalle este inmenso museo, el cual contiene más de 200,000 artículos.
Sus altezas reales expresaron abiertamente su satisfacción y placer ante la vista de semejante colección, la cual superó todas las nociones o ideas que ellos se pudieran haber formado a partir de los relatos más favorables de ella. En esta ocasión el Príncipe mostró sus amplias lecturas y su muy feliz memoria, pues ante tal multiplicidad, ante tal variedad de productos de la naturaleza y del arte, ante cualquiera de los seres que le mostraron y que nunca antes había visto, recordó de inmediato en dónde había leído algo sobre él; y al ver las medallas antiguas y modernas hizo tan juiciosos comentarios que parecía un perfecto conocedor de historia y de cronología; manifestó el inmenso placer que le producía ver tan espléndida colección en Inglaterra, considerándola una prenda de la nación; y expresó sus sentimientos sobre lo mucho que beneficiará al saber y el gran honor que redundará para Bretaña el tenerla para uso público para la posteridad[6].
The Gentleman’s Magazine, vol. XVIII,
Julio 1748.
[1] Cromwell Mortimer (1693-1752). Además de médico, anticuario y segundo secretario de la Real Sociedad (1730-1752).
[2] Real Sociedad de Londres para el Avance de las Ciencias Naturales (Royal Society of London for Improving Natural Knowledge). Se fundó en 1660 como Real Sociedad de Londres y actúa como la Academia de las Ciencias del Reino Unido.
[3] Federico Luis (1707-1751), príncipe de Gales, hijo mayor del rey Jorge II, y su esposa, Augusta de Sajonia-Gotha (1719-1772).
[4]Hans Sloane (1660-1753). Médico, botánico, anticuario y sobre todo coleccionista irlandés. Vivió, entre 1687 y 1688, en Jamaica, donde empezó a formar una colección que con los años llegaría a ser enorme. En 1727 sucedió a Isaac Newton en la Real Sociedad. El mismo año de su muerte el parlamento decretó la fundación del Museo Británico, cuyo fondo de origen fue la colección de Sloane.
[5] Luis xv, conocido como El Bien Amado (1710-1774).
[6] Hans Sloane dejó estipulado que si el rey o el parlamento ingleses no accedían a pagar 20 mil libras por su colección sus albaceas debían tratar de venderla a la Academia de Ciencias de San Petersburgo, o a las de París, Berlín o Madrid, de las cuales era miembro. A su muerte, según se decía a mediados del siglo xviii, Sloane contaba con una biblioteca de más de 42 mil volúmenes, más de tres mil manuscritos, y la colección privada más amplia de su país –acervo al que nunca a nadie le negó el acceso.