JULIO 2021
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Al menos desde hace dos millones de años diferentes especies del género humano comenzaron a tallar herramientas de piedra para la cacería y el procesamiento de alimentos. Esta evidencia nos revela una diferencia decisiva frente a otros primates: el uso de la imaginación para transformar el entorno.
No obstante, nada hemos encontrado bajo la tierra que nos dé una pista de la capacidad simbólica de aquellos tiempos. En cambio, gracias a las múltiples y pequeñas figurillas con propiedades femeninas realizadas principalmente en piedra, madera o hueso, que comenzaron a descubrirse en los albores del S. XX, sabemos que al menos hace unos 30,000 años la humanidad construía objetos que proyectasen sus pensamientos. Este mes reflexionamos alrededor de la Venus de Willendorf, una figurilla de un poco más de 10 cm de altura y cerca de 5 cm de ancho esculpida en piedra que evoca una mujer desnuda, carente de rostro, con glúteos y senos mamarios voluptuosos, pubis prominente, brazos delgados y carente de pies, además de tener un tipo de tallado en la cabeza que no nos permite llegar a una conclusión.
Este tipo de arte móvil, del cual se conocen más de cien objetos y cuyo tamaño sugiere una economía de traslado y por lo tanto uso ritual, se conoce como Venus por la idea –no tan consensuada en la actualidad– de que son un reflejo de los cánones estéticos del paleolítico. Últimamente los estudiosos comparten la idea de que podría tratarse de una representación de la Madre Tierra y sobre todo que se trata de un modo simbólico de evocar el concepto de fertilidad. Tal vez lo más interesante es el intento deliberado de alejarse del realismo para expresar las ideas sobre fecundidad a partir de manipular las proporciones corporales. Dice una frase que Pablo Picasso nos enseñó a ver. Puede ser. Pero la gente del paleolítico se le adelantó.
Dr. Juan Manuel Argüelles
Dirección de Antropología Física
