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Entre todos los ejemplares de cerámica teotihuacana que hoy resguarda el Museo Nacional de Antropología destaca una vasija con figura de ave que llama poderosamente la atención tanto de arqueólogos como de espectadores en general, por lo que se ganó el sobrenombre de “La Gallina Loca”. Ciertamente, es una efigie galliforme, pero la especie biológica que representa no debe relacionarse con los pollos de granja tan comunes hoy en día que proceden del sudeste asiático. Después de una nueva revisión sobre la posible especie que reprodujo el ceramista prehispánico, ahora proponemos que se trata de una codorniz moteada o escamosa.
La vasija fue descubierta en 1964 en el rancho La Ventilla, un conjunto arquitectónico próximo a la actual Puerta 1 de la Zona Arqueológica de Teotihuacan. En aquel entonces, la sección B de La Ventilla había quedado arrasada debido a las obras de nivelación del terreno que promovieron sus dueños. Esto complicó las labores de registro arqueológico de Juan Vidarte y su cuadrilla de seis trabajadores. Pese a las complicaciones, el personal adscrito al Proyecto Teotihuacan INAH logró recuperar varios entierros y ofrendas prehispánicas que yacían a nivel del piso estucado de un patio teotihuacano. El equipo de ceramistas quedó sorprendido por la variedad de piezas que salieron de La Ventilla B, entre ellas: floreros, cucharas, platos, ollas, ánforas y miniaturas. Florencia Müller se encargó de su análisis y, sumado a las opiniones de Rene Millon y James Bennyhoff, determinó que muchas vasijas fueron elaboradas durante la fase Tlamimilolpan temprano, cuando la urbe de Teotihuacan estaba en pleno crecimiento.
No obstante a los estudios realizados, muchos dudaban que la vasija fuera auténtica, pues su forma y decoración con conchas y piedras verdes salía de los sencillos cánones estéticos teotihuacanos. Sin la intención de descalificarla, Laurette Séjourné usó expresiones descriptivas que causaron más polémica en cuanto a si su manufactura realmente era prehispánica: “La inquietante criatura […]” había sido hecha “[del] más inefable de los barros”, color anaranjado con partículas blancas en el interior, “sin peso”, “delgado como la cáscara de huevo”. Así, “La Gallina loca” causó revuelo entre quienes la contemplaron en la sala Teotihuacan del MNA o en exposiciones temporales fuera de México. Ante la divergencia de opiniones, algunos curadores consideraron que lo más pertinente sería quitar a esta “rara y burda imitación” de las exhibiciones. Actualmente, “La Gallina loca” se encuentra resguarda en las bodegas del MNA, en espera de volver a salir para el gusto –o disgusto- del público, y con un nuevo nombre.
Mtro. Edgar Ariel Rosales
Curador-investigador, MNA