CULTURAS DEL GOLFO DE MÉXICO

R E E S T R U C T U R AC I Ó N

Talakchín. Cuerpos rituales totonacos


Contrario a nuestra forma “científica” de pensar el universo, caracterizada por restringir la esfera de la cultura a nuestra especie (el Homo sapiens) y por construir a nuestros dioses a imagen y semejanza de nosotros mismos, sociedades como las sudhuastecas integran a un gran número de seres como el sol, las estrellas, el agua, las plantas y los animales al ámbito de lo cultural, reconociendo sus distancias a partir de las variaciones entre los cuerpos.

Si bien las diferencias de cuerpo entre una estrella y un humano son radicales, como los dos son persona, ambos reconocen y actúan según los mismos principios de convivencia. En otras palabras, el universo y todos los seres que en él habitan forman parte de una misma y única cultura. En un cosmos así, las relaciones entre las especies dependen de la previa solución de la incompatibilidad de los cuerpos, problema que puede plantearse en estos términos: ¿cómo hacer para que el humano y el trueno, por ejemplo, puedan encontrarse cara a cara y compartir miradas, alimentos y palabras? Los atados de corteza son una solución.

Aunque a primera vista su forma humana no es clara, si miramos en su interior reconoceremos el mismo esquema antropomorfo. Debemos tener en mente que su intención no es reproducir el cuerpo humano en detalle sino únicamente en aquellos elementos esenciales como la piel, los huesos y el corazón, los cuales se materializan en la corteza de hule, la madera de ocote y la resina de copal respectivamente. En el exterior, la delgada tira con que se da firmeza al atado no sólo divide al cuerpo en sus partes superior e inferior, permitiendo la distinguir a la cabeza de los pies, sino también genera los brazos con sus cabos sueltos. Como podemos ver, cada atado es un cuerpo que parece humanoide, esquema universal sobre el cual se construyen las diferencias entre los cuerpos que dieron y dan vida a los seres que habitan el universo y por ellos es posible reconocer una cabeza, huesos y corazón en el viento, el maíz y la tierra. En grado, todos somos humanos.

Gracias a este esquema corpóreo, durante el ritual el hombre y las potencias se reconocen en los atados, cuerpos intermedios e intermediarios capaces de salvar la distancia entre el mundo de los seres mortales, que es el nuestro, y el de las potencias eternas como el sol, las estrellas, las semillas y los vientos. Ni dioses ni hombres, los atados hacen de puente entre dos formas extremas de existir en el mundo, es por ello que durante los rituales son los encargados de cargar las ofrendas que los humanos ofrecen a los dioses, y de recibirlas en nombre de éstos. Sin la participación de los atados la incompatibilidad de cuerpos haría prácticamente imposible la convivencia cara a cara entre seres vitales y seres eternos.

Leopoldo Trejo Barrientos
Curador-Investigador, MNA