La máscara bucal o “pico” es el elemento identitario de la deidad del viento. Se puede observar tanto en la escultura del mono como en la del dios del viento, Ehécatl-Quetzalcóatl.

Foto: Archivo Digital de las Colecciones del Museo Nacional de Antropología, INAH-Canon, 2022.

La máscara bucal que identifica a Ehécatl tiene la forma de un pico de ave con propiedades curiosas: en algunos casos presenta el borde dentado que identifica al ave como un pato serrucho o serreta ehecatótotl; por otro lado, en muchas imágenes se representó una protuberancia en la parte superior, como la cresta estacional del pelícano. Es decir, el pico de Ehécatl es un pico híbrido, símbolo que reúne a las aves acuáticas asociadas con el dios del viento.

Foto: Archivo Digital de las Colecciones del Museo Nacional de Antropología, INAH-Canon, 2022.

El mono lleva unas pulseras formadas cada una por una banda ancha, que es la manera como representaban las joyas hechas de varios sartales de cuentas de piedras preciosas. El color azul indica que, en este caso, las cuentas son de turquesa. El borde de la banda es una tira roja rematada con una hilera de pequeñas plumas y discos de oro. Este tipo de pulseras eran de uso exclusivo de dioses y nobles. De hecho, a los nobles se les equiparaba con objetos preciosos como el jade, la turquesa, la pluma y la pulsera.

Foto: Archivo Digital de las Colecciones del Museo Nacional de Antropología, INAH-Canon, 2022.

Tanto en la base de la escultura, como en una de las manos del mono, vemos serpientes. Este animal simbolizaba diferentes cosas para los mexicas y en este caso se relacionan con el viento. Las serpientes pueden formar una espiral como la de los remolinos de viento; su manera de desplazarse las hace representar un torzal, por eso fenómenos atmosféricos como las trombas o mangas que transitan entre el inframundo, el cielo y la tierra son imaginados como serpientes y personifican al viento. Su presencia en la escultura del mono parece representar a las ehecacóatl (“serpientes de viento”) que es precisamente como los mexicas llamaban a las trombas, es decir, a las columnas de agua que se forman por efectos de un torbellino o remolino de viento, o a las intensas tormentas que bajan a la tierra por la fuerza del viento, las cuales tienen un poder destructivo.

Foto: Archivo Digital de las Colecciones del Museo Nacional de Antropología. INAH/CANON, 2022.

Para los mexicas, el tiempo transcurría en periodos o eras cósmicas que llamaban “soles”. Antes que ellos existieran, ya habían pasado cuatro soles, los cuales están representados en las cuatro caras laterales de este altar que se exhibe en la Sala Mexica. Cada uno de los soles fue creado y destruido por la oposición entre los dioses Quetzalcóatl y Tezcatlipoca. De acuerdo con la mitología nahua, uno de estos soles fue destruido por fuertes vientos en el día “4 Viento” (nahui ehécatl) cuando Tezcatlipoca, convertido en jaguar, derribó al Sol de una patada, lo que provocó fuertes vientos que lo arrastraron a él y a la humanidad. Los sobrevivientes se convirtieron en monos. Esta era se representó en el altar con un personaje con la máscara bucal en forma de pico de ave que identifica al dios Ehécatl-Quetzalcóatl. 

Foto: Archivo Digital de las Colecciones del Museo Nacional de Antropología. INAH/CANON, 2022.

Dos poderosos dioses enfrentados: Ehécatl-Quetzalcóatl y Tezcatlipoca. En esta lámina del Códice Borbónico vemos contrapuestos a los responsables de la creación y destrucción de las eras. Como el mono Ehécatl de la escultura, el dios del viento lleva en una mano una serpiente con la que parece amenazar a Tezcatlipoca.

Ilustración: Códice Borbónico, Lam. 22.

En una de las láminas de este códice colonial se ilustra el fin de la era que fue destruida por fuertes vientos producidos por el dios Ehécatl-Quetzalcóatl. En la imagen podemos ver el Segundo Sol gobernado por Quetzalcóatl quien fue derribado de una patada por Tezcatlipoca convertido en jaguar, lo que provocó fuertes vientos. Esto se representa en el códice con las espirales o remolinos producidos por las pequeñas cabezas que representan al dios del viento con su característico pico de ave con el que se ayudaba para soplar con fuerza. Alrededor están los sobrevivientes del desastre que se convirtieron en monos. 

Ilustración: Códice Vaticano A, folio 6r

Cuando se realizaron las excavaciones para la construcción de la estación del Metro Pino Suárez en 1969, los arqueólogos encontraron un templo redondo que descansa sobre una plataforma de forma rectangular, como eran todos los que estaban dedicados al dios del viento Ehécatl-Quetzalcóatl. La forma circular podría deberse a que de esta forma evocaban los remolinos o espirales de viento.

Foto: Fototeca Nacional D.R., Secretaria de Cultura/INAH.   

Debido a que el lugar que escogían los mexicas para ubicar cada templo se consideraba sagrado, cada vez que querían ampliar o renovar uno de ellos, no lo derribaban, sino que construían encima el nuevo. De esta manera, el templo que vemos cuando vamos a esta estación del Metro guarda en su interior otras estructuras, como si fueran las capas de una cebolla.

De ProtoplasmaKid - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=17217981

Durante la excavación del templo fueron descubiertas varias ofrendas. Bajo la plataforma que ahora está a la vista, los mexicas enterraron la escultura del mono con máscara bucal en forma de pico de ave, lo que confirma que este edificio estaba dedicado al dios del viento. Como puede observarse, la escultura se encontró en pedazos, lo que podría indicar que fue “matada” ritualmente antes de ser depositada. 

Foto: Fototeca Nacional D.R., Secretaria de Cultura/INAH.   

Se piensa que uno de los templos anteriores al que ahora está a la vista, estaba dedicado al dios de la lluvia, Tláloc. En su interior se encontró una caja de ofrendas pintada de azul, que contenía vasijas, caracoles marinos y cuentas de piedra verde que evocaban al agua como elemento de fertilidad.  

Foto: Archivo Digital de las Colecciones del Museo Nacional de Antropología. INAH/CANON, 2022.

Entre otros objetos que fueron depositados como ofrenda en el interior de este conjunto de templos superpuestos, destaca esta copa de cerámica que parece representar un ramillete de pequeñas flores que fueron pintadas en el recipiente mismo. Los tallos de las flores forman el soporte de la copa y la manera como fueron modelados evocan el movimiento de un torbellino o remolino de viento. La relación del viento que anuncia las lluvias, con la fertilidad vegetal, está representada en esta espléndida pieza.

Foto: Archivo Digital de las Colecciones del Museo Nacional de Antropología. INAH/CANON, 2022.

En la escultura se distinguen  pigmentos blanco, azul, rojo y negro.

60.4 x 38.3 cm

Foto: Archivo Digital de las Colecciones del Museo Nacional de Antropología. INAH/CANON, 2022.