PIEZA DEL MES ETNOGRAFÍA

MARZO 2019

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Número de Catálogo: (07)9.35a- 438


Número de Inventario: 639355


Atados rituales de corteza


En los rituales agrarios y de curación de los pueblos tepehua y totonaco de la huasteca se conserva la tradición prehispánica de hacer figuras de forma humana atando tiras de corteza alrededor de trozos de madera y resina de árboles. De apariencia sencilla, estos atados son el cuerpo temporal de seres que, por ser eternos, carecen de vitalidad.

Contrario a nuestra forma “científica” de pensar el universo, la cual únicamente reconoce como cultural aquello que fue creado por el hombre, sociedades como las sudhuastecas integran a un gran número de seres como el sol, las estrellas, los muertos, el agua, las plantas y los animales, marcando sus diferencias a partir de las variaciones entre sus cuerpos. En otras palabras, el universo y todos los seres que en él habitamos formamos parte de una misma y única cultura.

En un cosmos así, el principal problema es la incompatibilidad de los cuerpos, mismo que puede plantearse en estos términos: ¿cómo hacer para que el humano y una estrella, por ejemplo, puedan encontrarse cara a cara y compartir miradas, alimentos y palabras? Los atados de corteza son una solución.

Aunque a primera vista su forma humana no es clara, cuando miramos en su interior reconocemos un esquema antropomorfo que reproduce los elementos esenciales del cuerpo como la piel, los huesos y el corazón, que se materializan en la corteza de hule, la madera de ocote y la resina de copal respectivamente. En el exterior, la tira con que se atan los elementos divide el cuerpo en sus partes superior e inferior generando, con los cabos sueltos, los brazos.

Este esquema antropomorfo es común a todos los seres y es gracias a él que podemos reconocer cabeza, huesos, corazón y cultura en el viento, el maíz, la tierra y las estrellas, a pesar de las radicales diferencias corporales que atestiguamos en la vida cotidiana. En esencia, todos somos humanos. Por ello, durante el ritual todos los seres se reconocen en los atados, cuerpos intermedios e intermediarios capaces de salvar la distancia entre el mundo de los mortales, que es el nuestro, y el de las potencias eternas como el sol, las estrellas, las semillas y los truenos.

Ni dioses ni hombres, los atados cumplen una función de puente entre dos formas extremas de existir en el mundo, por ello están encargados de llevar las ofrendas que los mortales ofrecen a los dioses, y de recibirlas en nombre de estos. Sin su participación, la incompatibilidad de cuerpos haría prácticamente imposible la convivencia cara a cara entre seres vitales y ancestrales.

Leopoldo Trejo Barrientos
Curador-investigador, MNA