ENERO 2018
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El troje es la vivienda tradicional de los pueblos de la meseta purépecha. El portal está orientado al centro del solar, donde va acompañado de otras construcciones como la cocina, la letrina y un corral, así como de una zona de cultivo de autoconsumo familiar.
El Museo Nacional de Antropología tiene a su resguardo dos trojes: el que hoy se presenta como pieza del mes y otro de menores dimensiones ubicado dentro de la Sala Etnográfica Puréecherio. Ambos comparten la historia de haber sido adquiridos por un motivo meramente museográfico; sin embargo, con el paso del tiempo, se han convertido en un importante registro histórico arquitectónico de los purépechas.
Los trojes se edifican sobre nueve bases de madera o de piedra, permitiendo que exista una distancia entre el suelo y el piso de la vivienda. Se construyen con vigas largas de madera de pino, colocadas una sobre otra, embonando en las esquinas, dándole estabilidad a la construcción, posibilitando su desmonte y su traslado de un lugar a otro. Están compuestos por una sola habitación, el portal, el tapanco y el techo.
Son espacios familiares que se usan como dormitorio y para guardar bienes personales, y en los que se coloca el altar familiar. Los postes del portal y la puerta son finamente labrados, creando elegantes diseños.
Este troje se incorporó al museo probablemente en 1968 y se cree proviene de Cherán. Se dice que el troje se encontraba dentro de una de las propiedades que el general Lázaro Cárdenas del Río tenía en Michoacán y que decidió donarlo a esta institución (1). Sin embargo esta información no se ha podido confirmar ya que es muy poca la documentación existente sobre su adquisición, ingreso y posterior montaje.
En el interior presenta restos de pintura, que sugieren haber estado decorado con una cenefa en colores azul, blanco y rojo. Lamentablemente el uso, el pasar de los años y los cambios climáticos degradaron poco a poco dicha decoración, por lo que hoy en día es apenas visible.
La razón por la que es correcto hablar del troje y no de la troje, es porque éste es un ente masculino y la cocina un ente femenino. Se trata de una idea que da continuidad al pensamiento mesoamericano de dualidad que se refleja en la distribución misma del solar. En los predios era costumbre construir los trojes mirando hacia el oriente, lugar donde nace el Sol, asociado con la protección de la familia y su sustento; recordemos que en el tapanco se guarda el grano y todos los productos recogidos por el hombre en el campo. Cuando se terminaba la construcción de un troje, se colocaba en la parte superior una cruz vestida con ropa masculina.
Por otro lado, la cocina es el lugar de trabajo propio de las mujeres, donde pasan la mayor parte de su tiempo y no sólo para preparar los alimentos. Es un lugar de reunión, un espacio para tejer y realizar actividades propias de su género. Al igual que con el troje, al finalizar su edificación se coloca una cruz en el techo, pero vestida con un rebozo.
Cuando una nueva familia decidía construir su propio troje, se hacía partícipe a la familia consanguínea (hermanos, primos, tíos, etcétera), a la de afinidad (compadres, padrinos, etcétera) y amistades más cercanas. Al colocar la primera viga, en ella se tallaba el nombre del propietario junto a una inscripción religiosa, lo que creaba un fuerte vínculo entre la familia y el troje.
Mtra. Catalina Rodríguez Lazcano
Curadora- Investigadora Sala Puréecherio
Eréndira Martínez Almonte
Investigadora independiente