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Fallece Vicente Rojo, referente del diseño gráfico y del arte mexicano contemporáneo


La disciplina del diseño gráfico comprende múltiples vertientes y Vicente Rojo transitó magistralmente por casi todas ellas. Para dar cuenta de su legado basta con repasar la historia de la cultura en México durante la segunda mitad del siglo xx: por sus mejores ediciones bibliográficas y hemerográficas; por sus más destacados suplementos culturales y revistas de arte y de literatura; por las formas precisas y variadas de tipografías y logotipos en cine, teatros y museos; y por los valores cosmopolitas y abstractos de todo un movimiento artístico.

A los 17 años cuando, recién desembarcado de España, asistió a Miguel Prieto en la Oficina Técnica de Ediciones del INBA en el suplemento “México en la Cultura” y en la Revista de la Universidad de México. En 1953, a los 21 años, Rojo se convirtió en director de la oficina y, en ese mismo año, también se hizo cargo de la dirección artística de Artes de México, revista que fundó con Miguel Salas Anzures. Posteriormente trabajó en la Dirección de Difusión Cultural de la UNAM, donde diseñó las publicaciones de los distintos departamentos. Un año después comenzó una fructífera relación con los Talleres Gráficos de la Librería Madero y el INBA. En 1959 diseñó portadas para la Colección Popular, los libros de bolsillo del Fondo de Cultura Económica. En 1961 se convirtió en director artístico de Imprenta Madero y del suplemento “México en la Cultura”. A lo largo de la década de 1980 trabajó para el Colegio Nacional, la Dirección de Publicaciones de la UNAM Artífice Ediciones y Salvat. En 1984 fue uno de los protagonistas de la fundación de La Jornada. La trayectoria de su profesión giró en torno al servicio social y utilitario del diseño editorial. Sin perder de vista el diseño funcional, elevó el sentido estético de cada obra y nos transmite su firme y cierta convicción de que la calidad del libro como objeto facilita y se incorpora positivamente a la lectura.

Tras recorrer un largo camino en el diseño, dirige su inquietud creativa hacia la pintura. Usó la geometría como lenguaje, con ella comprendió el movimiento del universo y encontró en cada aspecto de la naturaleza algún elemento geométrico. Experimentó con ella. Su propuesta lo convinrtió al poco tiempo en uno de los artistas más importantes del abstraccionismo en México, adscrito a la Generación de la Ruptura. Su pintura se divide, principalmente, en cinco temas principales: Señales, Negaciones, Recuerdos, México bajo la lluvia y Escenarios.  

En 2004, con motivo del 40 aniversario del Museo Nacional de Antropología, Vicente Rojo se sumó a la lista de artistas que realizaron donaciones de obras de arte. Un mes después de que lo hiciera Ricardo Martínez, Rojo obsequió al museo su obra Cráter B, una visión desde arriba del cráter de un volcán. El mural, de 1.90 por 1.90 metros, fue realizado en técnica mixta y para su elaboración utilizó, entre otros elementos, ceniza volcánica. Fue el mismo artista quien propuso que su lienzo descansara en la sala Culturas de Occidente, abrazada de las vitrinas que exhiben las piezas de la cultura Chupícuaro, pues al igual que la obra de Rojo, la cerámica de esta civilización era geométrica y repleta de tonos cálidos.

Rojo mostraba el mismo interés para el diseño gráfico y la pintura, y realizó las dos tareas con la misma intensidad. Para él, el diseño gráfico era casi siempre una tarea colectiva para la que es necesaria la colaboración de un amplio equipo de trabajo. En cambio, pintaba sus cuadros en la soledad de su estudio, en una reflexión constante que no tenía final. Quien hiciera el ejercicio de revisar las numerosas entrevistas que distintos medios y periodistas realizaban al pintor, descubrirá con cuánta frecuencia le preguntaban cómo era posible que pudiera realizar esas dos profesiones de manera simultánea. Ofrecía la misma respuesta con bastante claridad: “… para mí las dos tareas se resumen en una sola que es la que verdaderamente me interesa: yo me considero ante todo un trabajador de, por y para la cultura, porque trabajar por la cultura es trabajar por la vida.”

Algunos de los reconocimientos que obtuvo son el Premio Nacional de Ciencias y Artes (México,1991), el Premio México de Diseño (1991) y la Medalla al Mérito en las Bellas Artes (España, 1993). En 1992, la Asociación Internacional Icograda lo distinguió con el Premio de Excelencia en Diseño Gráfico. Al año siguiente fue designado Creador Emérito por el Sistema Nacional de Creadores de Arte, y en 1994, miembro de El Colegio Nacional. En 1998, la UNAM le confirió el doctorado honoris causa.