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El paisaje wixárika


El pueblo wixárika (huichol) se asienta en los actuales estados de Durango, Jalisco y Nayarit, región en la que coexistieron diversas tradiciones arqueológicas del noroccidente de México (fig. 1). En la actualidad, los wixárikas aún practican tradiciones muy antiguas, así que su perspectiva acerca del paisaje resulta enriquecedora para lograr un acercamiento arqueológico a la antigua concepción de los paisajes.

Un proyecto reciente llevado a cabo en el pueblo de Tuapurie, Jalisco, señala que el paisaje wixárika es mucho más que un entorno para extraer recursos económicos; es, sobre todo, una morada, una entidad social cuyos elementos actúan conscientemente y, además, una fuente clave de la identidad social. En relación con ello, el estudio etnográfico de un paisaje consiste en la colaboración estrecha entre los investigadores y los habitantes originarios para identificar y clasificar los lugares culturalmente significativos de un territorio.

La conceptualización wixárika del paisaje como una morada se expresa en la forma lingüística y en la materialidad. La expresión local que más se aproxima al concepto analítico del paisaje es kiekari, “donde están lugares de casa” según su traducción literal. La palabra se conforma de la raíz ki (fig.2), que significa casa, se refiere a un “pueblo” o una “aldea” y, en su sentido más amplio, nombra al “mundo entero”. La raíz ki también aparece en otras categorías principales que denotan el concepto de lugar y que componen el paisaje wixárika. Por ejemplo: kie, la morada de una familia; tukipa (fig. 3), “el templo mayor” y “la morada de las deidades ancestrales”; y xirikitá, “la morada de una deidad individual”. La mayoría de los lugares significativos del paisaje wixárika son moradas para seres humanos o para las deidades ancestrales.

En lo tocante a la materialidad de los lugares del paisaje wixárika, es importante señalar que los tukipa, “templos mayores”, y los kie, “las casas domésticas de una familia”, comparten varias características (fig. 4): ambos tienen un patio o una plaza con un fogón céntrico que está bordeado por distintas estructuras y direcciones; las cocinas de los kie más antiguas se ubican del lado poniente del patio, así como el tuki, “la casa local de Nuestro Abuelo el Fuego”, se localiza por el poniente de la plaza del tukipa; y los xiriki, que son pequeños adoratorios correspondientes de los kie y de los tukipa, están dispuestos al oriente del patio y de la plaza, respectivamente.

Estos dos lugares son escenarios esenciales para yeiyari, que en la lengua wixárika significa “la costumbre” (fig 5). Yeiyari se deriva de las pisadas primordiales de las deidades ancestrales que deben seguir los descendientes humanos actuales para vivir bien. Su realización consta de peregrinaciones, bailes,vigilias nocturnas y fiestas que caracterizan el ciclo anual de las ceremonias. En el yeiyari participa el pueblo wixárika porque apoyar la celebración significa ser wixárika; ello implica formar parte de las ceremonias de casa y de la comunidad y lleva a tener responsabilidades familiares y comunitarias que se cumplen mediante las prácticas rituales en los dos entornos. Los paralelos que se manifiestan en la materialidad de los tukipa y los kie reflejan un modo de ser consistente con respecto a la interacción con la familia, la comunidad y las deidades ancestrales, tanto primordiales como consanguíneas.

En cuanto a la arqueología, no se puede suponer ingenuamente que los pueblos antiguos del noroeste de México tenían las mismas creencias sobre su mundo y su costumbre que las del pueblo wixárika actual. Sin embargo, la intención de contemplar el paisaje desde el punto de vista arqueológico es instructiva con respecto a la aproximación a los paisajes antiguos. La perspectiva indígena señala que las actividades rituales no están limitadas a los templos mayores, sino que se practican en lugares residenciales y en otros tipos de espacios dispersos por todo el paisaje.

Por ello urge considerar, desde la ritualidad, la importancia del movimiento paisajístico en contextos antiguos y la magnitud geográfica de los rituales para entender la ritualidad como un mecanismo de intercambio interregional. Asimismo, es importante hacer la revisión de los nombres de sitios locales para reflexionar en torno a los lugares significativos del paisaje antiguo y actual, pues a través de estas categorías el pueblo wixárika nos proporciona una perspectiva que demuestra el valor de examinar las categorías nativas de su entorno.


PhD. Loni Kantor
U
niversidad del Estado de Arizona