GABINETE DE LECTURA

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Paul Rivet 1876-1958
Eusebio Dávalos Hurtado

 

Los directivos y el personal técnico del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México queremos dejar un testimonio de cariño y respeto a la memoria del gran antropólogo francés Paul Rivet. El maestro a quien todos los antropólogos conocimos y admiramos desde nuestra iniciación por su amplia y polifacética labor se ha tornado, al transcurrir del tiempo, en un símbolo. Ya no es únicamente el teórico del poblamiento de América, el antropólogo físico que especula acerca de las migraciones basando sus hipótesis en ese trabajo modelo realizado por él a base de los esqueletos de Baja California, o el acucioso lingüista, etnólogo y arqueólogo. Es también el organizador que logra reunir en un centro, único en su género, todos los elementos sobresalientes de la antropología francesa para integrar el Museo del Hombre de París. Amante de la tradición, pero usando los más eficientes recursos de la técnica moderna, Rivet estaba ocupado siempre en la más bella y noble de las tareas: crear. Producto de ese dinámico impulso son sus múltiples obras: unas, salidas de su pluma, han dado a conocer en una amplísima bibliografía sus investigaciones en los diversos campos de la cultura humana; otras, tan trascendentes como las anteriores o quizás más, son los organismos a los cuales alentó o formó desde su origen. Mencionaremos algunos solamente como muestra: la Sociedad de Americanistas de París, el Instituto Etnológico de Bogotá, el ya mencionado Museo del Hombre, el Instituto Francés de la América Latina, y la Librería Francesa en México. A él se deben también el Instituto de Altos Estudios Brasileños y la Casa de la América Latina de París. Pero todas estas obras emanadas de su genio creador no han sido sino el resultado del permanente interés que lo guiaba a congregar en un solo núcleo a todos los hombres de buena voluntad.

Rivet se caracterizó fundamentalmente por su humanismo o tal vez sea mejor decir por un neohumanismo que tenía como norma el respeto y una alta estimación de la personalidad humana. Del hombre, sin distingos de la naturaleza que ellos mostraran. Simplemente veía en cada ser de América, Asia o Europa al hombre en cuanto individuo portador del espíritu. Su casa de París, por cierto el más bello rincón de esa ciudad, era el sitio obligado de reunión de todo aquel, francés o extranjero, que tuviera inquietudes intelectuales. Al cobijo del Maestro se codeaban los más disímbolos personajes; disímbolos en cuanto a su filiación étnica, política, religiosa o de clase social, pero todos similares por dos grandes motivos: el cariño a Rivet y un marcado interés por el avance de las ideas que llevaran al mejor conocimiento del Hombre.

Sus amigos y discípulos de México jamás olvidaremos el entusiasmo y preocupación con que en todo momento tuvo presente a nuestro país y sus problemas. Corrimos la suerte de oírlo hablar apasionadamente, ante representantes de todo el mundo, del adelanto intelectual y material que México ha logrado, y reprochar al mismo tiempo a Europa por no interesarse suficientemente en aquellos pueblos que como el nuestro que él juzgaba paradigma iban en marcha lenta, pero firme, conquistando el respeto de los demás por su política recta, su deseo de superación y el amor a sus tradiciones. Rivet, que supo ser maestro, amigo y guía, nunca se podrá borrar de la mente, y ahora que tenemos el privilegio de revivir su memoria y de poder decir también a quienes no tuvieron la suerte de conocerlo quién fue ese gran paladín de América y especialmente de México, con toda emoción aprovechamos la oportunidad para pagar con un recuerdo de gratitud aunque sea una mínima parte de la deuda que con él tenemos.

 

 

Boletín Bibliográfico de Antropología Americana,
Vol. 21/22, No. 1 (1958- 1959), pp. 226, 226-227